La existencia humana: ¿insatisfacción inherente? Análisis filosófico.
El filósofo Arthur Schopenhauer es reconocido como uno de los principales exponentes del pesimismo existencial, argumentando que el sufrimiento es una parte intrínseca de la vida humana. Pero, ¿qué causa este sufrimiento?
La voluntad como raíz del sufrimiento
Según Schopenhauer, la causa del sufrimiento humano reside en el despliegue compulsivo e inconsciente de la voluntad. Esta voluntad es una fuerza primordial que nos impulsa a desear y buscar ciertas experiencias. Sin embargo, es precisamente en la frustración de estos deseos y necesidades donde se origina el sufrimiento que fundamenta nuestra existencia.
Es importante destacar que esta "voluntad" no es una voluntad positiva orientada al crecimiento o a un hábito saludable. En Schopenhauer, se refiere a la necesidad de un egoísmo que busca su propia satisfacción, y cuyo despliegue tiene como consecuencia ineludible el sufrimiento existencial. Este sufrimiento impregna la vida humana, sin importar las diferencias superficiales en las formas de existencia.
La vida, en esta visión, es frecuentemente manejada y condicionada por una voluntad irracional y caótica que genera deseos. Cuando estos deseos son satisfechos, irónicamente, pueden generar más sufrimiento y angustia, tal como sugiere la frase de la canción "Náufrago" de Cuatro Pesos de Propina: "De qué vale ganar si cuando gano pierdo".
El mundo como sufrimiento: una regla, no una excepción
Schopenhauer sostiene que el dolor omnipresente no es aleatorio ni producto de la casualidad, sino una regla fundamental de la existencia. El sufrimiento abunda debido a necesidades y carencias insaciables. Tendemos a la ilusión de creer que las causas de nuestras necesidades y deseos "irracionales y caóticos" están separadas de una existencia de sufrimiento.
Citando a Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación: "Es absurdo considerar que la inmensa cantidad de dolor que abunda por todas partes y que tiene su origen en necesidades y carencias inseparables de la vida misma no sirve para nada y es simplemente el resultado de la mera casualidad; cada desgracia aislada parece algo excepcional, pero la desgracia es lamentablemente la regla".
La ignorancia y negación del sufrimiento
En los momentos de dicha, solemos ignorar o negar la inminencia de un cambio hacia el sufrimiento o la incertidumbre. Si poseemos algo, sufrimos por el apego; si carecemos de lo que se desea, también sufrimos. Ambas situaciones son dos caras de la misma moneda de la voluntad o, como se describe en la filosofía budista, la "sed de experiencia".
Schopenhauer compara nuestra existencia con "corderos en el campo, que se divierten bajo la atenta mirada del carnicero". Si bien es raro no experimentar pérdidas o sufrimiento en la vida, la muerte será, sin duda, el carnicero que pondrá fin a cualquier felicidad duradera.
Además, las relaciones humanas son a menudo percibidas como un combate perpetuo. Los otros hombres son vistos como adversarios o instrumentos para nuestras propias aspiraciones de la voluntad. Schopenhauer lo expresa así: "La vida del hombre es un perpetuo combate, no solo contra la miseria y el hastío, sino contra los demás hombres".
La insatisfacción como fundamento de la existencia: la perspectiva budista
Para Schopenhauer, la existencia humana tiene en su fundamento la frustración o insatisfacción, un concepto que resuena profundamente con el dukkha (sufrimiento, insatisfacción) de la filosofía budista.
El Buda enseñó en el Dhammacakkappavattanā Sutta (El Sutra de la Puesta en Movimiento de la Rueda del Dharma), la primera enseñanza después de su iluminación, que:
> "Ahora, monjes, esta es la Noble Verdad del Sufrimiento (Dukkha): el nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte es sufrimiento; la pena, el lamento, el dolor, la aflicción y la desesperación son sufrimiento; la asociación con lo que no se ama es sufrimiento; la separación de lo que se ama es sufrimiento; no obtener lo que se desea es sufrimiento. En resumen, los cinco agregados de apego son sufrimiento."
>
Este dukkha se manifiesta en tres niveles:
* Dukkha-dukkha: El sufrimiento obvio (dolor físico, mental).
* Viparinama-dukkha: El sufrimiento del cambio (la impermanencia de la felicidad).
* Sankhara-dukkha: El sufrimiento de las formaciones condicionadas, la insatisfacción inherente a la existencia misma en el samsara.
Es este último, el Sankhara-dukkha, el que más se alinea con la visión de Schopenhauer: "Es la insatisfacción general que viene con la existencia misma. Es el sufrimiento generado por la existencia condicionada."
Si hipotéticamente se eliminara todo sufrimiento de la vida de una persona, esta caería inevitablemente en una vida carente de sentido, vacía y de soberbia, lo cual demuestra el carácter imperfecto de la vida humana. Esto se puede relacionar con casos de personas que heredan una vida materialmente resuelta y experimentan un gran vacío existencial, sin metas ni desafíos, cayendo rápidamente en el hastío.
Schopenhauer compara esta situación con el cuerpo humano: "Así como nuestro cuerpo estallaría si se quitase el peso de la atmósfera, si se quitase el peso de la miseria, de la pena, de los reveses y los vanos esfuerzos, sería tan desmedido en el hombre el peso de la arrogancia, que le destrozaría, que le empujaría a la insensatez más desordenada, y hasta a la locura más furiosa".
Carencia y hastío: los polos de la existencia
Schopenhauer nos muestra cómo la mente humana busca y desea algo por carecer de ello, partiendo siempre del principio negativo de la necesidad. Una vez logrado el deseo, surgen otros, o, lo que es aún peor, se genera un estado de hastío.
"Trabajo, tormento, pena o miseria, tal es durante la vida entera el lote de casi todos los hombres". Y se pregunta: "Pero, si todos los deseos se viesen colmados apenas se formularán, ¿en qué se llenaría la vida humana, en qué se emplearía el tiempo?".
Despertar del "sueño ingenuo": la falsa esperanza de la felicidad
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, afirma que "todo hombre que ha despertado de los primeros sueños de la juventud, que tiene en cuenta su experiencia y la de los demás, que ha estudiado la historia del pasado y la de su época, si es que estas desagradables preocupaciones no le trastornan la razón, llegará a comprender que este mundo y el de los hombres es el del azar y del error, los cuales lo gobiernan a su antojo sin piedad ninguna".
El hombre que ha despertado es aquel que ha logrado un proceso de desilusión respecto a las representaciones que son los sueños (manifestación de la voluntad del ego). Comienza a vislumbrar que en el fundamento de la esperanza de los sueños de juventud, y luego en los diversos proyectos y ocupaciones para exorcizar los miedos, reside la semilla del sufrimiento que se manifestará como desilusión o desengaño.
Según Schopenhauer, el proceso de despertar no es un encuentro fortuito o una revelación pasiva, sino el resultado de un proceso activo y racional que lleva al sujeto a cuestionar y, eventualmente, a negar la propia voluntad. Para Schopenhauer, el pesimismo existencial es una medicina que nos sana de la grave enfermedad de las representaciones que proyectamos en la existencia, al exponernos con crudeza la verdadera naturaleza de la vida humana como sufrimiento.
Cuando el ser humano está dispuesto a ver su realidad tal cual es, a confrontar las esperanzas frustradas y el sufrimiento causado por su voluntad egoísta, logra comprender su propia existencia como un gran engaño, una gran ilusión. La contemplación de la repetición cíclica de deseos y frustraciones, y el paso a momentos de hastío, genera una profunda reflexión.
"Una vez desvanecidas la ilusión y la novedad, ya no producen ningún efecto; las estrellas fijas que iluminan los mundos solo producen hastío en el mejor de los casos".
"Dadle un gallo a Esculapio": la existencia como liberación
Schopenhauer, al igual que Platón y filósofos orientales, considera la existencia humana como una experiencia limitante, generalmente consecuencia de la ignorancia de la propia voluntad, las no virtudes o las tendencias kármicas (en la concepción de la transmigración de las almas en Platón y el budismo, respectivamente).
Tanto en la filosofía de Schopenhauer como en la budista, la meta no es simplemente "no existir" o "no reencarnar", sino no estar condicionados por la voluntad del egocentrismo en ese círculo condicionante. El Buda también enseñó en el Anguttara Nikaya 3.61 (Tittha Sutta):
> "Los seres están atados por el deseo, y por el deseo son liberados. Por el deseo son atados al samsara, y por el deseo son liberados del samsara."
>
Esta idea de liberación del condicionamiento es central. Como se menciona en el texto: "Cómo los hijos de un libertino, venimos al mundo con la carga del pecado sobre nosotros, y solo por tener que expiar el pecado, nuestra existencia es tan miserable y su fin es la muerte".
Mediante la muerte, termina el fuerte condicionamiento de esta existencia en la que, en la mayoría de los casos, desconocemos cuán condicionados estamos, y podemos liberarnos. De este controvertido concepto de la existencia como prisión o enfermedad, surge la famosa encomienda de Sócrates al saber que está por morir: "Dadle un gallo a Esculapio", en referencia a saldar la cuenta con el dios de la medicina.
Cap. La existencia humana insatisfactoria.
a. La existencia humana como insatisfacción desde la filosofía de Shopenhauer.
b. La insatisfacción de la existencia humana desde la filosofía budista.
c. Análisis simbólico del proceso de pérdida, caer , la ruina.
d. El pesimismo existencial en la serie Fargo.
La existencia humana como insatisfacción para el budismo.
La existencia humana, a menudo idealizada y engrandecida por narrativas de progreso y felicidad ininterrumpida, es fundamentalmente un estado de insatisfacción inherente. Esta verdad, lejos de ser una visión nihilista, es una piedra angular tanto en el pesimismo filosófico occidental de Arthur Schopenhauer como en la milenaria sabiduría budista. Aunque sus caminos y objetivos difieren, ambos sistemas de pensamiento convergen en la comprensión profunda de que la vida, tal como la experimentamos, está impregnada de un tipo de sufrimiento o descontento que va más allá de las meras adversidades externas.
La Dukkha Budista: Una Verdad Fundamental
En el budismo, el concepto central que aborda esta insatisfacción es dukkha. A menudo traducido como "sufrimiento", dukkha abarca un espectro mucho más amplio que el dolor físico o emocional. Tal como lo explica la Ven. Thubten Chodron en sus enseñanzas, dukkha se refiere a la insatisfacción, la imperfección, la incomodidad, la frustración y la naturaleza insustancial de toda existencia condicionada. No es solo el dolor evidente de la enfermedad o la pérdida, sino también la sutil inquietud que acompaña incluso a los momentos de placer. Como se establece en las Cuatro Nobles Verdades, la primera de ellas es que "la vida es dukkha".
El Dhammacakkappavattana Sutta (El Sutra de la Puesta en Movimiento de la Rueda del Dharma), el primer discurso del Buda, articula claramente esta verdad:
"Ahora bien, esta, monjes, es la noble verdad del sufrimiento: el nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte es sufrimiento; la pena, el lamento, el dolor, la congoja y la desesperación son sufrimiento; asociarse con lo que uno no ama es sufrimiento; separarse de lo que uno ama es sufrimiento; no obtener lo que uno desea es sufrimiento; en resumen, los cinco agregados del apego son sufrimiento."
La Ven. Thubten Chodron subraya que existen tres tipos principales de dukkha:
* El dukkha del sufrimiento: El dolor evidente, físico y mental.
* El dukkha del cambio: La insatisfacción que surge del hecho de que incluso los placeres son impermanentes y, por lo tanto, siempre terminan, lo que lleva a un sufrimiento renovado.
* El dukkha omnipresente de las condiciones: La insatisfacción inherente a nuestra existencia cíclica (samsara), que se debe a que nuestra mente y cuerpo están bajo el control del karma y las aflicciones mentales. Este es el nivel más profundo de insatisfacción, ya que no importa cuán "bien" parezca ir la vida, siempre hay un substrato de inquietud y la semilla de un sufrimiento futuro. Los sutras budistas detallan cómo el apego, el deseo y la ignorancia son las raíces de esta insatisfacción continua, perpetuando el ciclo de renacimiento y sufrimiento.
Schopenhauer y la Voluntad Insaciable
Arthur Schopenhauer, un filósofo del siglo XIX, llegó a conclusiones sorprendentemente similares sobre la naturaleza de la existencia, aunque desde una perspectiva metafísica diferente. Para Schopenhauer, la fuerza impulsora detrás de todo es la "Voluntad" (Wille), una fuerza irracional, ciega e insaciable que subyace a toda la realidad, incluyendo la existencia humana. Nuestra vida no es más que la manifestación de esta Voluntad, y nuestra individuación como seres humanos con deseos y necesidades nos condena a un ciclo perpetuo de querer y no conseguir, o de conseguir y pronto aburrirnos o desear algo más.
Schopenhauer argumenta que el deseo es un estado de carencia y, por lo tanto, de sufrimiento. Incluso cuando un deseo es satisfecho, esta satisfacción es breve, solo para ser reemplazada por un nuevo deseo o por el tedio. La felicidad, en su visión, es meramente la ausencia momentánea de sufrimiento, una pausa transitoria en la inacabable búsqueda de la Voluntad. Célebremente, afirmó en El mundo como voluntad y representación:
"Toda satisfacción, o lo que se llama felicidad, es en realidad y esencia siempre negativa, no una gratificación original que entra por sí misma, sino solamente la satisfacción de un deseo, lo que significa que es la eliminación de un dolor. Pues si un deseo no es satisfecho, es doloroso; pero el desear en sí mismo es doloroso; por lo tanto, cada satisfacción es la eliminación de un dolor."
Y en la misma obra, Schopenhauer compara la vida con un movimiento incesante:
"La vida humana oscila, como un péndulo, de un lado a otro entre el dolor y el aburrimiento." Esta concepción resuena directamente con el dukkha del cambio budista, donde incluso el placer es inherentemente insatisfactorio debido a su transitoriedad.
Puntos de Convergencia y Divergencia
La conexión entre el pesimismo de Schopenhauer y el budismo es notable. Ambos reconocen la impermanencia, la insustancialidad y la inherente insatisfacción de la existencia tal como la conocemos. Ambos señalan el deseo y el apego como fuentes primarias de este malestar. Schopenhauer, en particular, encontró en el budismo una confirmación de sus propias intuiciones filosóficas sobre el sufrimiento y la renuncia al deseo como un camino hacia una especie de "salvación" o liberación.
Sin embargo, hay diferencias cruciales en sus soluciones. Para Schopenhauer, la liberación de la Voluntad se encuentra en la negación de la voluntad de vivir, que puede manifestarse a través de la contemplación estética, la compasión y, en su forma más radical, el ascetismo y la quietud. El camino es a menudo individual y puede llevar a una especie de resignación.
El budismo, si bien también enfatiza la renuncia al apego y al deseo (ignorancia), ofrece un camino sistemático y practicable hacia la iluminación y la liberación (nirvana) a través del Óctuple Sendero: la sabiduría, la ética y la meditación. La insatisfacción (dukkha) no es el final de la historia, sino la primera verdad que se debe reconocer para poder trascenderla. La meta no es meramente la ausencia de sufrimiento, sino la erradicación de sus causas y el desarrollo de cualidades como la compasión universal y la sabiduría. Mientras que Schopenhauer a veces se detiene en la descripción del sufrimiento, el budismo ofrece un camino claro y transformador para superarlo.
Conclusión
Tanto la Voluntad insaciable de Schopenhauer como la dukkha budista nos invitan a mirar más allá de las apariencias superficiales de la vida y a reconocer su inherente insatisfacción. Esta comprensión no es un llamado a la desesperanza, sino una invitación a la sabiduría. Para el budismo, es el punto de partida fundamental para buscar una auténtica libertad y una paz duradera. Al comprender la naturaleza de nuestra insatisfacción, ya sea a través del análisis de la Voluntad o de las enseñanzas sobre dukkha, abrimos la puerta a la posibilidad de una existencia más consciente y liberada, trascendiendo las ilusiones que nos mantienen atados al ciclo del querer y el sufrir.
Análisis simbólico de la insatisfacción de la experiencia humana.
El Viaje Hacia la Transformación: Explorando la Caída, la Pérdida y el Renacer a Través del Simbolismo Profundo
Nos adentraremos en el profundo significado de la caída, la pérdida, la ruina y los finales, conceptos inherentes a la experiencia humana del retiro y la transformación. Para ello, analizaremos el simbolismo del planeta Plutón, el signo de Escorpio, y el Arcano del Colgado del Tarot, relacionándolos con este proceso de disolución y renovación. Complementaremos esta exploración con la luz de diversas letras de canciones que, de forma elocuente, capturan estas vivencias.
El Cinco de Copas: La Mirada Hacia lo Perdido
El Cinco de Copas en el Tarot representa una figura sumida en la tristeza, el desencanto y la desilusión, inmersa en un profundo duelo que le impide ver más allá de su propio dolor.
Las copas derramadas, en primer plano, simbolizan la fijación en el pasado y en lo que se ha perdido. Esta incapacidad de levantar la mirada obstaculiza la percepción de las posibilidades presentes y futuras. Las dos copas que permanecen de pie, ubicadas más allá de la figura, representan justamente esa potencialidad hacia el porvenir.
En este estado, la personalidad y el ego se aíslan en su sufrimiento, experimentando una anulación de la realidad a raíz de una pérdida específica. La socialización de este dolor, el compartir la vivencia con pares para exorcizar el aislamiento, se torna extremadamente difícil en una sociedad que a menudo promueve una ideología de "exitismo infinito", rechazando y evadiendo la experiencia de la pérdida.
Vivir de espaldas a la caída, a la disolución de nuestras pretensiones ilusorias, nos sumerge en una "existencia inauténtica" en términos de Heidegger, evadiendo nuestro "ser para la muerte". Esto dificulta encarar las pérdidas y los finales de forma lúcida y responsable, impidiendo la configuración de una nueva proyección hacia el futuro.
La "casa" en el simbolismo puede representar la familia o el patrimonio egoico individual que se ha perdido. Este se encuentra "al otro lado del río", en el pasado inalcanzable, por más que se anhele su retorno. La soledad y el luto no son buscados; son el resultado de un evento infortunado y súbito que sacude al ego de su zona de confort, de ese "estado de permanente bienestar" o "infinita dicha" al que aspira. "Strawberry Fields Forever", de The Beatles, alude a esta búsqueda de un paraíso inmutable, así como las descripciones de planos celestiales como de "eterna dicha".
La canción "High Hopes" de Pink Floyd, con versos como "The water flowing / The endless river / Forever and ever", evoca esta interrupción de la seguridad y la previsibilidad eterna por algo que nos deja sin posibilidad de retorno. La mirada se mantiene fija en las copas caídas, en el estado perdido, negándose a aceptar la pérdida y, en última instancia, la propia finitud e impermanencia.
El Arcano del Colgado: Suspensión, Sacrificio y Nueva Perspectiva
En el viaje del héroe, el Arcano del Colgado se presenta como una etapa crucial para comprender la caída, el derrumbe y la pérdida. No es un fin, sino una preparación para la transformación, la transmutación hacia un "morir definitivo" que precede un renacer.
Al igual que en el Arcano de la Muerte, donde la caída del rey de su copa y su corona simboliza la rendición para la transmutación, el Colgado también se prepara para una nueva fase, un nuevo estado del ser. Simbólicamente, representa una pausa, una meditación profunda y una gestación interna.
Este arcano se vincula con la proyección hacia lo desconocido. Es un proceso de gestación de un "nuevo Ser", contrastando la experiencia con el conocimiento, similar a la Sacerdotisa (Arcano II) en su décimo anterior. Sin embargo, en el Colgado, esta contrastación se da entre lo experimentado y las leyes universales, la sabiduría del propio espíritu.
Se encuentra en un estado intermedio de gestación; las experiencias cúspide de esta vida quedan atrás, y en esta síntesis se gesta la proyección hacia nuevas vías y formas. En el esoterismo, la gestación se corresponde con el samsara, el nacimiento, la iniciación y la concepción con la individuación. El retiro del mundo compartido (el valle o samsara) es un proceso de individuación, un momento de sintetizar la experiencia, equiparable a la vejez o la introspección (samsara nuevamente), para luego dar paso a la iniciación, que es la muerte.
A partir del Arcano XI (La Fuerza), los arcanos mayores tienden a dirigirse hacia la fuente original, hacia las fuerzas creadoras del inconsciente. El Colgado expresa una atracción hacia abajo y, por su naturaleza acumulativa, una parada total, una suspensión estática. En el contexto de la pérdida, lo pasado y la vejez, esta parada ocurre por la detención de la experiencia en la que estábamos inmersos, asimilando e integrando para la gestación de un nuevo ser.
Se encuentra suspendido entre el cielo y la tierra: entre la vida plena en el "valle de la experiencia compartida" y el renacimiento; entre una experiencia que terminó y otra que está gestándose para nacer nuevamente.
"No hace y no elige."
Las manos cruzadas a la espalda simbolizan el "no hacer y no elegir", el acto de retirar la acción y el deseo del mundo. Este retiro puede ser voluntario o forzado, pero es necesario para salir de la interacción que confunde e ilusiona, permitiendo ver y comprender el proceso del samsara en todos sus aspectos.
Este alejamiento del mundo, este retiro a la introspección, es equiparado al proceso de individuación y simbólicamente relacionado con la concepción, donde se alcanza una conciencia individual a partir de la conciencia universal. En este estado de gestación de una nueva forma de existencia, el Colgado espera nacer tras la "muerte" de su yo anterior. No está en la tierra (no conectado al mundo común del valle) ni en el cielo (aún no trascendido completamente), sino suspendido, esperando el nuevo nacimiento.
Esta parada puede ser provocada por una enfermedad, una separación o una jubilación; un retiro forzado del "teatro del mundo" que, a nivel inconsciente, se ofrece como sacrificio para el propio trabajo interior. En un sentido transpersonal, esta caída o pérdida se convierte en un ascenso, modificando la mirada hacia una comprensión más amplia y profunda de la realidad.
Este arcano también puede expresar la culpa por acciones pasadas, un castigo real o interno por "pecados", errores, faltas o pérdidas cometidas. Estos "pecados" generan un estado de paralización, con las manos "invisibles" y "vergonzosos secretos" ocultos a la espalda, un pasado que duele, avergüenza, o ambas cosas a la vez.
La visión simbólica del Colgado, con las monedas que caen de sus bolsillos, representa el sacrificio de las "riquezas ilusorias" del ego que se poseían en el pasado. La caída de estas monedas y el "bloqueo" en las manos impiden la influencia de las miradas y acciones del mundo, que suelen convocar a cambiar y transformar nuestro hacer y ser en el mundo.
Y si el Colgado hablara...?
"Me he colgado del árbol porque quiero..."
Aquí podemos interpretar una decisión de individuación. Antes condicionado por el samsara, por las miradas y acciones del mundo, y actuando de forma automática, ahora el Colgado decide voluntariamente detener esta rueda. De manera similar, Buda se sienta bajo el árbol Bodhi buscando conscientemente despertar, un proceso de individuación y desapego de la rueda del samsara en la que estaba inmerso, revisando sus vidas anteriores para alcanzar la iluminación, que es un renacer.
"Le he impedido a mis manos el hacer, el poseer, el apropiarse de las cosas."
Es la "sed de experiencia", de posesión, lo que fuertemente ata y encadena la conciencia a la realidad compartida.
La Vela Puerca, en su canción "El Viejo", canta: "Cruzando las esquinas tocó placeres, tocó dolor".
En el estado extático del Colgado, se puede desligar del "compromiso" con el mundo exterior, con aquello que lo condiciona, y así despertar la conciencia. "He cortado todos los lazos, salvo el que me liga a la conciencia". Al cesar la interacción o afección mutua con la realidad del mundo y con lo deseado en él, puede emerger la autoconciencia. De forma análoga, una persona adicta que deja de consumir y de involucrarse en el mundo del deseo de la sustancia, puede tomar conciencia de sí misma y de su papel en esa experiencia.
"A una distancia infinita de los deseos, solo conozco la indiferencia."
El estado espiritual de indiferencia, de desapego del mundo de los deseos (propios o colectivos), es consecuencia de estar alejado, ya sea temporal o permanentemente, de esos deseos.
El Estado Extático del Colgado
"Hay acción infinita en la no acción."
"Soy el que piensa y no el que es pensado."
"No soy el cuerpo sino quien lo habita."
Es en el estado de observación, de profunda contemplación de la existencia, donde todo puede comprenderse y el tiempo parece suspendido, detenido. Se es el observador de la existencia y del ego; se es y, al mismo tiempo, se contempla el ser, logrando así una síntesis profunda.
Visión tras visión, se logra despojarse de la identificación con el "yo", con la separatividad de la conciencia. "Poco a poco me desapego de lo que podríamos llamar el yo". Para la filosofía budista y las orientales en general, la identificación con un ego compuesto es la causa del sufrimiento (samsara). Es comprensible que, en este proceso de síntesis, evaluación y revisión estática de todo el samsara vivido, se comience a desapegarse del yo y de las herramientas de identificación.
"Solo soy un corazón que late."
Esta frase puede asociarse con la afirmación de Descartes: "Solo soy una cosa que piensa" (Res cogitans), tras haber descartado y disuelto con su conciencia todas las construcciones de su yo. En la filosofía y tanatología budista, el proceso del morir físico-existencial implica una disolución de los componentes del ego hasta sus elementos más esenciales, los puramente mentales.
El estado de negación del ego y su voluntad, un inicio de la liberación o "nihilización" de la voluntad egoica, permite y habilita la posterior transformación.
"Nada poseo, nada sé, nada quiero, nada puedo."
"Soy la inversión de las perspectivas."
En la destrucción de las expectativas, en el estado de ruinas, emerge sin duda una visión diferente del mundo. El potencial de percepción se amplifica cuando ya no se está en el "esplendor de la gloria" o de la "vida en comunidad", donde se cree que todo seguirá eternamente. Como canta Silvio Rodríguez en "Monólogo": "Yo también me alegraba entre amigos y cuerdas, con licores y damas, más de eso ¿quién se acuerda?".
El Colgado se encuentra tan indefenso como "un nabo", como cualquier planta, sin poder esperar más que una fuerza externa que lo arranque de esa situación de indefensión, de ese estado regresivo atraído por la Madre Tierra. Ha buscado con todas sus fuerzas salir de esta situación, dejar de estar en manos del destino, volver a tener control sobre su vida, pero se encuentra dominado por la situación, lo que lo obliga a tratar de comprenderla y darle un sentido.
El Colgado ha dado vuelta la perspectiva al haber perdido y vivido lo vivido, permitiéndole así visualizar la realidad desde otro ángulo. En relación al prestigio social y la imagen colectiva, el Colgado representa a una persona castigada y degradada; en la antigüedad, el ahorcamiento era un castigo humillante que exponía a la persona, a menudo antes de una ejecución.
Es el contrapunto del Arcano del Mundo, donde se cierra un ciclo en un estado de danza y éxtasis liberador, al haberse completado un proceso existencial. El Colgado, en cambio, simboliza la pérdida de todo lo que constituía valor, importancia e incluso trascendencia para el ego de este personaje. "Final amargo, solo queda el hoy, un perro flaco y el fondo de un vino pa' entibiar", resuena nuevamente "El Viejo" de La Vela Puerca.
El Colgado también simboliza la pérdida de referencias, la confusión del anciano que ha perdido el brillo del ego, o de la persona que ha perdido a un ser querido o un rol. Sus "patas de referencia" y su concepción de la realidad están puestas "patas arriba".
Al estar rodeado de ramas de árbol, puede interpretarse que está como en un ataúd o un útero, confinado al igual que los gestantes que están por nacer. La conciencia necesita integrar el cielo y la tierra; aquí vemos al Colgado suspendido en un abismo entre el nacimiento y la muerte, simbolizados por los dos pilares. En el Bardo, la conciencia se describe en una transición permanente, "infinitamente suspendidos entre un nacimiento y una muerte, entre un principio y un final".
La Inversión de las Perspectivas
Cuando la vida, generalmente de forma forzada, nos obliga a una focalización en lo más terrestre y básico de la vida, a menudo en lo cotidiano de donde surge todo verdadero crecimiento, el ego y la soberbia pueden bajar. Esto permite ver la realidad desde sus bases más elementales.
Suele ocurrir que los ancianos son relegados o "bajados" a tareas más elementales, como cuidar a los niños, cocinar o involucrarse en experiencias de vida más cotidianas. Ya no están en la política internacional o en proyectos de gran envergadura, sino, por ejemplo, charlando con compañeros o paseando por el barrio, mientras las personas adultas de menor edad que están en la edad adulta están en tareas supuestamente "más importantes".
En prácticas taoístas, chamánicas y budistas (como el zen), se encuentran posturas o rituales que buscan esta conexión con lo elemental: personas boca abajo por largo tiempo, entierros simulados para conectar con la naturaleza como una planta, o minimalismo ritual donde la persona permanece como un objeto, evitando todo pensamiento para alcanzar un estado básico, sin ego, elemental. Todas estas prácticas comparten el objetivo de conectar con lo más elemental de la existencia, incluso trascendiendo lo humano. La imagen de los sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial caminando sobre las ruinas de una sofisticada sociedad y ciudad es una muestra explícita de este estado psíquico y arquetípico.
Profundizando en el Abismo: Schopenhauer, el Pesimismo Existencial y Escorpio
Conectemos la profunda visión de Arthur Schopenhauer sobre el pesimismo existencial con nuestros símbolos del Colgado, el Cinco de Copas, Plutón y, finalmente, la energía transformadora de Escorpio. Schopenhauer, con su filosofía arraigada en la Voluntad como fuerza ciega e irracional que impulsa toda existencia, nos ofrece una lente potente para entender la pérdida y la disolución. Para él, la vida es esencialmente sufrimiento, un constante devenir de deseos insatisfechos. La felicidad es solo una pausa momentánea en este ciclo, un alivio temporal de la tensión del querer.
La Voluntad y la Negación: Schopenhauer y el Colgado
El Arcano del Colgado resuena poderosamente con las ideas de Schopenhauer sobre la negación de la Voluntad. En su obra capital, "El mundo como voluntad y representación", Schopenhauer argumenta que la liberación del sufrimiento solo puede lograrse a través del ascetismo, la compasión y la negación de los impulsos egoístas de la voluntad.
El Colgado, suspendido y con las manos atadas a la espalda, simboliza precisamente este "no hacer y no elegir" que es fundamental para Schopenhauer. Él nos diría: "Toda voluntad nace de la necesidad, de la carencia, y por lo tanto del sufrimiento."
Cuando el Colgado se detiene, cuando retira su acción y su deseo del mundo, está, en esencia, deteniendo la manifestación de esa Voluntad infinita que nos condena al eterno anhelo. Las monedas que caen de sus bolsillos, esas "riquezas ilusorias", son el despojo de las posesiones materiales y, más profundamente, el abandono de los objetos de deseo de la Voluntad.
El estado del Colgado es un acto de resistencia pasiva a la tiranía de la Voluntad. Es una renuncia no solo a lo externo, sino a la propia compulsión interna de querer, poseer y actuar. "La vida humana, como toda vida, es un mar de sufrimientos; y la voluntad es la que lo agita." El sacrificio del Colgado es un intento de calmar esas aguas agitadas de la existencia. Es un movimiento hacia la quietud, una suspensión del "querer" que, según Schopenhauer, es el único camino hacia una especie de paz, no a través de la satisfacción, sino de la extinción del deseo. Este retiro no es un castigo meramente externo, sino una auto-imposición inconsciente para el trabajo interior, un descenso voluntario a un estado de indiferencia, donde "a una distancia infinita de los deseos, solo conozco la indiferencia".
El Pesimismo del Cinco de Copas y la Realidad Plutoniana
El Cinco de Copas, con su figura desolada mirando las copas derramadas, encarna el pesimismo existencial de Schopenhauer de una forma visceral. La fijación en lo perdido, la incapacidad de ver las copas que aún están de pie, refleja la convicción schopenhaueriana de que el sufrimiento es la regla y la felicidad una excepción efímera. "La vida oscila como un péndulo de un lado a otro entre el dolor y el aburrimiento."
El duelo del Cinco de Copas es ese dolor; la posible inacción que sigue al duelo, si no hay una resolución, podría llevar al aburrimiento, otra manifestación del sufrimiento. La "ideología del exitismo infinito" que rechaza la pérdida es, desde la perspectiva de Schopenhauer, una negación inauténtica de la realidad de la Voluntad, que inevitablemente nos confrontará con la insatisfacción y la pérdida.
Plutón, el gran transformador y destructor, se alinea con la visión radical de Schopenhauer sobre la finitud y la impermanencia. Plutón despoja, revela el núcleo desnudo, y ese "rey al desnudo" es la conciencia que se enfrenta a la verdad de la existencia sin adornos. "Todo querer brota de la necesidad, por consiguiente, del dolor." Las crisis plutonianas son precisamente esos momentos en que la Voluntad del ego es confrontada y desmantelada. La destrucción de las expectativas, la ruina de lo que antes se consideraba sólido, obliga a una revisión fundamental. Plutón nos fuerza a ver que la vida es mucho más allá de nuestras estructuras egoicas, exponiendo la ilusoriedad de la felicidad basada en la satisfacción de deseos, que son siempre transitorios y llevan a más deseo.
La Conexión Escorpiana: Muerte, Resurrección y la Voluntad Subterránea
Escorpio, regido por Plutón, es el arquetipo zodiacal que encarna por excelencia la temática de muerte, regeneración y el desvelamiento de las profundidades. Es el signo que no teme mirar el abismo, sino que lo busca para transformar y trascender.
El viaje de Escorpio, desde la superficie engañosa hacia la verdad subterránea, se alinea perfectamente con la visión de Schopenhauer de la Voluntad como una fuerza oculta y primordial. Así como Escorpio se sumerge en las sombras para transmutar la energía, Schopenhauer nos invita a reconocer esa Voluntad ciega que nos impulsa, para luego intentar negarla o trascenderla.
* La Intensidad del Cinco de Copas: La profundidad del duelo y la obsesión con lo perdido en el Cinco de Copas, esa incapacidad de "ver más allá", tiene una resonancia escorpiana. Escorpio puede aferrarse intensamente a las emociones y a lo pasado, y el proceso de soltar es a menudo agonizante y radical.
* El Sacrificio del Colgado: La suspensión y el sacrificio del Colgado son un eco de la naturaleza escorpiana de dejar ir, morir a una parte de uno mismo para renacer. Este "no hacer" es, en esencia, un acto de profunda auto-rendición que conduce a una resurrección psíquica. Escorpio sabe que la verdadera fuerza se encuentra en la capacidad de desprenderse y transformarse.
* La Destrucción y Regeneración de Plutón: La energía plutoniana es el corazón de Escorpio. Es el arquetipo de la crisis que purifica. Así como Plutón destruye para reconstruir sobre bases sólidas, Escorpio atraviesa sus propias "muertes" (rupturas, pérdidas, revelaciones) para emerger más fuerte y auténtico. No hay vuelta atrás con Escorpio/Plutón; el desapego es irrevocable, llevando a una nueva conciencia que abraza la impermanencia.
En conjunto, Schopenhauer, el Colgado, el Cinco de Copas, Plutón y Escorpio nos invitan a un viaje hacia la aceptación de la finitud y la Voluntad incesante. No es un camino de optimismo ingenuo, sino de lucidez y confrontación con la realidad más cruda, para encontrar una forma de paz en la negación del deseo o en la auténtica transformación que emerge de las ruinas.
Trascendiendo e Integrando lo Humano
El Colgado, al igual que los animales de la Rueda de la Fortuna, tiene la oportunidad de indagar en el significado de su destino, en las distintas formas de su psique manifestada, para aceptarlas, comprenderlas y darles un sentido. Si nos quedáramos como el Colgado, solos y sin compañía, podríamos clarificar y dar valor a personas, circunstancias, roles y funciones. Podríamos ver con ecuanimidad todo lo que fuimos y los roles que ocupamos en los distintos momentos de nuestra vida.
En la Rueda de la Fortuna, el héroe contrastaba su fe con modelos universales como la ley de causa y efecto, la impermanencia y la muerte, principios que trascienden la voluntad de su ego. Ahora, debe contrastar su fe con estos principios universales. En la imagen del Colgado, todas las energías, experiencias y visiones desplegadas anteriormente se repliegan y son enviadas a las profundidades del inconsciente para su asimilación y comprensión.
De forma similar, en el proceso post-experiencia, se puede comprender y asimilar lo vivido. Cuanto más significativa sea la comprensión, más profunda será la transformación, la transfiguración de "muerte y renacimiento" del siguiente arcano.
Jung observó que cuando el ego se niega a cambiar, proyectando toda su energía en mantener el poder, a veces causa una "enfermedad espiritual" que genera un estado de parálisis para forzar a la conciencia a volcarse al interior. "Se requiere una situación imposible, en la cual uno no pueda ya confiar en el ego y sus atributos y deba confiar en los poderes del inconsciente". Sus ideas ya no conectan con el mundo ordinario, sino con un mundo interior de ritos e imágenes. Al aceptar su destino, al tomarlo, se libera de él, pues lo puede trascender. En la aceptación, en la auténtica y profunda apertura a lo pasado, puede proyectarse hacia el destino con mayor libertad.
Plutón: Destrucción para la Reconstrucción
Plutón simboliza la destrucción y la pérdida necesarias para lograr la reconstrucción y la regeneración. Su base es sólida, real, por lo que es un "planeta sólido" que diluye toda ilusión generada por los escapes del ego, como el falso misticismo o la evasión. "Vi luz en la ventana y juventud cantando, y sin querer ya estaba soñando", canta Silvio Rodríguez en "Monólogo", evocando la fugacidad de las ilusiones.
Plutón es el principio de realidad último. Si bien Saturno representa la ley y el orden social, Plutón es el principio de realidad fundamental: la conciencia de la impermanencia y la muerte de todo. Plutón deja al "rey al desnudo", mostrando que la vida es mucho más amplia de lo que creemos con nuestra existencia y estructura egoica. "Yo también me alegraba entre amigos y cuerdas, con licores y damas, más de eso ¿quién se acuerda?", un eco de la canción de Silvio Rodríguez.
El dios Plutón en la mitología griega aparece "sin rostro" (sin identidad social), es decir, en un estado impersonal, anhelado por diversas tradiciones como el esoterismo occidental. También se mostraba desnudo, simbolizando la ausencia de identidad social. Estar desposeído del rostro significa, sobre todo, la ausencia de ego o identidad egoica. La finalización y degradación de todo lo que el ego proyectaba como valor, importancia y trascendencia, es lo que se despoja ante la intervención de Plutón y su poder destructor y nihilista.
Cuando Dios despoja a Job de todo en la historia bíblica, lo deja en la necesidad de exponer y demostrar su fe y apego a lo espiritual por encima de las posesiones, llegando a un estado en que puede afirmar con autenticidad: "Tú me lo diste, tú me lo quitaste, bendito seas por siempre".
"The grass was greener, the light was brighter. With friends surrounded, the nights of wonder", cantan Pink Floyd, evocando la nostalgia de lo que se perdió antes de la intervención de Plutón.
Plutón es esa función psíquica profunda que nos despoja de todo para que nos apeguemos a nuestro centro invulnerable, para que podamos liberarnos de la identificación con lo impermanente y superficial. En una práctica budista de desapego, uno se imagina desposeyéndose de todas las cosas a las que el ego está aferrado, hasta que el cuerpo se diluye y solo queda un punto que, a su vez, se disuelve en la luz de la mente.
Aquí también podemos recordar a Descartes, quien en sus Meditaciones Metafísicas va diluyendo y cuestionando toda la realidad exterior e interior hasta quedarse con la afirmación: "Soy solamente una cosa que piensa" (Res cogitans).
Plutón toma de las ruinas de las posesiones del ego y, a partir de ellas, genera una nueva y renacida conciencia. Las crisis plutonianas implican necesariamente un desapego irrevocable; ya no hay vuelta atrás.
El pesimismo existencial liberador: Reflexiones desde la filosofía y la serie Fargo
La filosofía existencial se manifiesta de formas sorprendentes, y la serie Fargo ofrece un terreno fértil para interpretar escenas y diálogos que cuestionan el sentido de la vida. Para esta concepción, figuras como Schopenhauer y la filosofía budista son pilares fundamentales del pensamiento trágico, una antorcha que Nietzsche tomaría con grandes honores.
¿Por qué se denomina "pesimismo existencial"?
Se le llama pesimismo existencial porque busca despertarnos del engaño de negar la inminencia de la muerte, así como la negación de las motivaciones egoístas y a menudo crueles de la voluntad del ego, ya sea propia o ajena, para satisfacer sus deseos o tendencias en el mundo.
Esta negación a menudo se disfraza de optimismo o una esperanza deseable, pero ambas filosofías advierten que conducen a una actitud pasiva frente a la existencia. En la serie Fargo, hay varios diálogos donde los interlocutores actúan como "tiranos", desenmascarando la falta de sentido de la realidad de estos mecanismos de negación, que van desde el optimismo ingenuo hasta la evasión o la despersonalización. La futilidad de la existencia, la crueldad y el sufrimiento que de ellos se derivan, son exhibidos como parte de la vida trivial de los protagonistas, mostrándose tal cual son.
Al comienzo de la primera temporada, el vendedor de seguros convertido en criminal vive pasivamente una vida que aparenta seguridad y estabilidad. Sin embargo, bajo esa máscara, esconde humillación y represión de emociones para sostener esa apariencia. En su casa, compartiendo esa realidad con su esposa, abundan los carteles que proclaman el optimismo-negación: "La confianza en el futuro ha sostenido nuestras vidas". El esfuerzo en el presente se sostiene con la mirada puesta en una esperanza compartida de un futuro mejor, de realización de deseos o sueños.
Despertando del sueño ingenuo
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, afirma:
> "Todo hombre que ha despertado de los primeros sueños de la juventud, que tiene en cuenta su experiencia y la de los demás, que ha estudiado la historia del pasado y la de su época, si es que estas desagradables preocupaciones no le trastornan la razón, llegará a comprender que este mundo y el de los hombres es el del azar y del error, los cuales lo gobiernan a su antojo sin piedad ninguna."
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El hombre que ha despertado es aquel que ha logrado un proceso de desilusión de las representaciones que son los sueños, manifestaciones de la voluntad de su ego. Comienza a vislumbrar que en el fundamento de esa esperanza, de los sueños de juventud y los diversos proyectos y ocupaciones con los que se intentan exorcizar los miedos, reside la semilla del sufrimiento que, tarde o temprano, se manifestará como desilusión o desengaño.
El proceso de despertar, según la magistral descripción de Schopenhauer, no es el resultado de un encuentro fortuito o una revelación pasiva, sino de un proceso activo y racional que lleva al sujeto a cuestionar y, eventualmente, a negar la propia voluntad. Para Schopenhauer, el pesimismo existencial es como una medicina que nos sana de la grave enfermedad de las representaciones que proyectamos en la existencia, tanto individual como colectivamente, al exponernos con crudeza la verdadera naturaleza de la existencia humana como sufrimiento.
Caminando irreversiblemente hacia el fin...
El Lalitavistara Sutra nos advierte:
> "Todos los objetos del deseo son impermanentes e inestables, inconstantes, cambiantes como un sueño, como un espejismo, como una 'ciudad de ilusión', como un relámpago y las burbujas."
>
Ignorar la naturaleza impermanente de la realidad, negar la omnipresencia de la muerte, y querer dar una naturaleza eterna y verdadera al mundo y a nuestro ego como poseedor, es una ignorancia que impulsa toda esta configuración y es la causa del sufrimiento.
Esta es la Primera Noble Verdad de la filosofía budista, que se sintetiza en la afirmación de que la vida humana contiene sufrimiento. No es casual, sino muy significativo, que toda la doctrina filosófica del Buda histórico comience con esta afirmación, que nos muestra la realidad en su verdadera naturaleza condicionante y esencialmente sufriente, coincidiendo en este sentido con el pesimismo existencial de Schopenhauer.
El consuelo del sueño compartido
En una escena al final de la primera temporada de Fargo, el policía dialoga con un vecino que le cuenta la historia de un hombre rico que, a pesar de tener toda la riqueza que desea, no soporta tanto sufrimiento en el mundo. Intentando resolverlo, entrega toda su riqueza, llegando incluso a donar órganos de su cuerpo, pero el sufrimiento del mundo sigue siendo el mismo.
"Entonces, ¿murió por nada?", pregunta el policía.
El vecino responde: "Solo un tonto puede pensar que resolverá los problemas del mundo".
El policía insiste: "Pero debes intentarlo, ¿no crees?".
El vecino, con una actitud claramente pesimista o al menos cínica, expone la inutilidad del sacrificio motivado por el propósito de salvar el sufrimiento del mundo. La solidaridad no puede solucionarlo, pues la naturaleza del mundo es sufrimiento, al ser manifestación de la voluntad egoísta de la individualidad.
El mundo no es un lugar ordenado por leyes causales que podrían transformarse con las acciones correctas, como en el ejemplo del hombre rico, sino que es la expresión caótica y absurda de un principio volitivo, de una profunda e irracional sed de experiencia.
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, argumenta:
> "Desde los tiempos más remotos venía considerándose al hombre como un microcosmos; yo he invertido la proposición demostrando que el hombre es un macroántropos en el sentido de que la voluntad y la representación agotan la sustancia del mundo."
>
Todo lo que es mundo es la representación del ego, de la voluntad irracional, y entre ambas logran agotar, saturar el mundo. Querer resolver o subsanar lo que no podemos resolver en nosotros mismos es, sin duda, una tarea sin sentido.
Los proyectos, los objetivos o incluso los sueños que se buscan satisfacer y concretar en el mundo son una fuente segura de frustración y sufrimiento. El hombre rico, que se proyecta en una solidaridad casi compulsiva, ve absolutamente frustrado su deseo de paz y felicidad en el mundo, de sanar el sufrimiento, pues el sufrimiento es siempre la expresión de un egoísmo de la voluntad del ego individual.
Como se expone en "Las tres visiones": "Desde el momento en que se obtienen los cinco agregados (el ego individual), de manera natural no se va más allá del sufrimiento." No reconocemos el sufrimiento inherente a nuestra existencia porque habitamos en él, vemos a través de él, y lo que menos percibimos es que condiciona todas nuestras decisiones. Lo que proyectamos es lo que vemos, de ahí la gran dificultad de ver más allá, de ir más allá de nuestro sufrimiento. Querer ayudar a otros en ese estado es tan infructuoso como el ciego que pretende guiar a otro ciego.
El opio del optimismo
En la seguridad y contención del sueño, del proyecto compartido, se despliega un ingenuo optimismo que anestesia el temor, que exorciza el temblor. El "nosotros" es así un refugio ante las incertidumbres, una cabaña en el frío invierno de la existencia humana.
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, es contundente:
> "El optimismo, cuando no es acaso el atolondrado discurso de aquellos bajo cuyas aplastadas frentes no se hospedan más que palabras, no me parece más que una forma de pensar absurda, ya que es un amargo sarcasmo sobre los indecibles sufrimientos de la humanidad."
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La esperanza en el progreso colectivo, el sueño compartido, no es más que una forma de enmascaramiento negador de la verdad del sufrimiento propio y del mundo. El optimismo, como expresión de una ingenuidad casi tonta que tan duramente describe nuestro filósofo, es en el fondo una forma de evasión de la propia existencia, de las propias incertidumbres.
En el ejemplo paradigmático de la pareja joven que se refugia en el "nosotros", que se proyecta en un bien común, constituye un típico mecanismo de escape, como le cuestiona la compañera jefa en Fargo.
Estar proyectados completamente en un proyecto colectivo (la pareja, el país, la religión, etc.) es una forma de pensar absurda, pues persigue la ilusión de que, mediante la consecución de esos proyectos, se evadirá la propia impermanencia, la propia mortalidad, y a un nivel más fundamental, el sufrimiento de la existencia humana.
La omnipresencia liberadora
El Bodhicharyavatara nos interpela:
> "No habiendo empezado esta tarea, teniendo una empezada, y otra a medio acabar, de repente el señor de la muerte viene y pensamos: '¡Ay, ay de mí, estoy acabado!'"
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La filosofía budista, con toda crudeza, nos muestra, al igual que el pesimismo existencial de Schopenhauer, la realidad de cómo finalmente naufraga la barca de nuestras esperanzas y proyectos del "nosotros" en las rocas de la impermanencia y, de forma certera, de la muerte. En medio de un sueño, de una tarea, de una representación escénica, el telón se desploma y cae.
¿Significa esto que no debemos participar, que no debemos "representar" el mundo en el mundo?
En Fargo, "El Piel Roja" logra escapar del final del clan familiar al que sirvió tan abnegada y enajenadamente, y se exilia para comenzar una nueva vida. La peluquera, que le desfiguró el rostro con aceite hirviendo, le dice: "Necesito un nuevo rostro." El hombre que le facilitará las condiciones para ello le cuestiona: "Me imagino que necesitas algo más que una nueva capa de piel," algo estructural, un hombre nuevo completamente, como el ave fénix que renace de las cenizas. "¿Qué vas a hacer ahora?", le pregunta. "¿Te vas a unir a otro imperio?".
"El Piel Roja" responde: "O quizás empezar uno propio."
Y el hombre replica: "Para que este también caiga y se desplome en el mar."
El hombre que lo conduce a su ya manifestada "nueva vida" le quiere hacer ver que lo que necesita es mucho más que un cambio de rostro; necesita cambiar su propia vida, ante lo cual se evidencia la futilidad de emprender un proyecto, que al igual que los grandes imperios, caerá por la impermanencia de todo.
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, lo expresa:
> "Todo se disuelve en el torrente de los años, de los minutos, como los gusanos que devastan todo lo que hay de bello."
Y añade:
> "De la misma manera que la marcha no es más que una caída siempre impedida, así también la vida del cuerpo no es más que una muerte suspensa, una muerte aplazada, y la actividad de nuestro espíritu no es más que un tedio siempre combatido."
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Todo proyecto, todo sueño, todo impulso de la voluntad no es para Schopenhauer más que una forma de prolongar un final inevitable, un intento fútil de detener el avance irreversible de la corriente de los ríos hasta llegar al mar de la muerte. El procurar por todos los medios conservar y sostener la vida, pensando que así se logrará suspender su final, de la misma manera que la evasión del tedio por medio de la actividad compulsiva, son formas de evadir la verdad que acompaña nuestra existencia humana.
El Lalitavistara Sutra reitera:
> "Los placeres de los sentidos son todos placeres sujetos a la muerte, mortales. Sea lo que sea que veamos, oigamos, toquemos, probemos, pensemos o sintamos está sujeto a la muerte. Todos los objetos del deseo son impermanentes e inestables, inconstantes y cambiantes como un sueño, como un espejismo, como una ciudad de ilusión y como el relámpago y las burbujas."
Se expone bellamente el argumento compartido por el pesimismo existencial de Schopenhauer y la filosofía budista: Todo lo deseado, celado, y en definitiva, todo lo que tomamos como objeto de refugio y certeza, se diluye, se esfuma como un espejismo ante el sol iluminado de la impermanencia y la muerte. Un pesimismo que nihiliza, desarticula los velos de la ilusión que niegan la certeza más evidente y temida: la de la finitud de la existencia y todo lo representado en ella.
Arthur Schopenhauer, en Metafísica de la muerte, concluye:
> "Es raro el hombre que al final de la vida, si es a la vez sincero y reflexivo, desee volver a comenzar el camino y no persista infinitamente en la nada infinita."
La renuncia a la existencia cíclica, a continuar levantando por la ladera la roca de nuestra existencia, requiere lo que se denomina "un salto al vacío", al dejar el refugio de los objetos sensoriales, de los proyectos y deseos de la voluntad del ego.
Tras la reflexión, tras la profunda comprensión, el buscar la infinita nada, la renuncia a la voluntad podría llegar a ser natural, espontánea, y es allí que se abre un infinito campo de posibilidades de Ser, de existir, que se abren tras no identificarnos con la voluntad del ego.
Es esta libertad de visión, de Ser en la existencia, la que inspira las palabras de agradecimiento y admiración hacia Schopenhauer de Friedrich Nietzsche en Consideraciones intempestivas:
> "El guerrero que desde las cimas del escepticismo y de la renunciación crítica nos conduce a la cima de la contemplación trágica en tanto que la infinita bóveda estrellada que se despliega sobre nosotros."
Estas grandes e inspiradas palabras de Nietzsche nos hacen ver que el fruto, el resultado de la actitud escéptica, de la renuncia desde la racionalidad del mundo en tanto que representación de la voluntad, es la apertura a una conciencia y Ser que trasciende la dimensión existencial individual, de tiempo y espacio, abriéndose al infinito universo de la nada sin referencia.
En el capítulo ocho de la tercera temporada de Fargo, titulado sugestivamente: "Quien reina en la tierra de la negación", hay una escena en la que la protagonista huye de todo peligro, ya en estado de desesperanza y profundo agotamiento, y se sienta en un club de bolos. Un hombre se sienta a su lado y, casi sin mediar palabras, relata: "Job se sentó sobre una pila de estiércol cubierto de llagas malignas."
* "Señor, tuve un día muy duro."
* "Todos lo son, es la esencia de la existencia, la vida es sufrimiento, creo que empiezas a entenderlo."
Luego le muestra un gato que ella toma en sus manos.
* Hombre sabio: "¿Conoces el término Gilgul? Es una palabra hebrea, describe la manera en que un alma añosa se va a un cuerpo nuevo. En 1768, en Ucrania, los cosacos mataron millares de personas, incluso mujeres y niños, arrojaron su cuerpo a una fosa y los olvidaron."
* "Cuando el rabino Nachman visitó Uman les dijo a sus adeptos que lo enterraran allí, el maestro del campo decía que su alma uniría y consolaría a la de ellos."
* "A la larga todos terminamos aquí, para ser purificados y juzgados, como pasa ahora contigo y tu compañero, algunos pensaron que debía quedarse atrás..."
* "¿Quién se levantó a defenderme de los impíos?"... A los impíos diles: "'Aunque te remontes como el águila y aunque entre estrellas pongas tu nido, de allí te derribaré', declara el señor."
En esta escena, que parece transcurrir en un limbo o estado intermedio, el hombre dice que todos pasaremos por allí. Al mismo tiempo, habla de la reencarnación con el término hebreo "Gilgul". También le da un mensaje a la protagonista, como si fuera un mensaje a los vivos.
Le hace ver que está dándose cuenta de que, tras tanto despliegue de su ego, la vida la sobredetermina con su naturaleza de sufrimiento, y que inevitablemente, por más alto que se haya llegado con el despliegue de la voluntad, todo caerá ante el final. Por más grande que sea el barco, naufragará en las rocas de la impermanencia y la muerte.
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, afirma:
> "Cuando, tras una gran resistencia, toca el hombre en el abismo de la desesperación, el hombre se reencuentra súbitamente dentro de sí mismo, se conoce, conoce al mundo, transformándose su alma, se eleva sobre sí mismo y sobre todo sufrimiento."
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Tras la negación, la gran confrontación
Y esta elevación sobre la proyección infinita y ad absurdum de la voluntad del ego puede darse sobre la base de la confrontación con la verdad, con el absurdo de encontrar satisfacción y sosiego en el cumplimiento de los deseos, en la satisfacción de la "sed de experiencia" de la que habla el budismo.
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, destaca:
> "Para que se produzca este giro de la voluntad es necesario tener una visión panorámica sobre la vida, esto es, un conocimiento que salte por encima del presente para el cual es imprescindible la razón, que por ello constituye una condición de la libertad."
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Tanto en la filosofía de Schopenhauer como en la budista, la facultad cognitiva tiene una relevancia fundamental como camino para liberarse del sufrimiento, para estar determinado a negar la voluntad del ego. La ignorancia condiciona fuertemente la existencia humana, desde un nivel inconsciente y profundo, condicionando nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, generando una conciencia separatista.
La Primera Noble Verdad busca tomar conciencia de "la verdad del sufrimiento", de forma similar a como un enfermo asume su condición y busca la medicina. El primero de los pasos es concientizar la verdad del mundo que es la representación de nuestra voluntad, del sufrimiento que hay en nuestras emociones perturbadoras y en la ignorancia.
El "Sutra de las Nobles Verdades" sentencia:
> "El sufrimiento en cualquiera de sus formas (dolor, sufrimiento, aflicciones, emociones, etc.) es algo inherente a la naturaleza humana."
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La existencia humana, condicionada de raíz por una composición del yo o del ego, y la realidad fenoménica como inherentemente verdadera, tienen en sí misma la causa del sufrimiento en la muerte y en la impermanencia de todo lo que fue compuesto.
Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, describe:
> "La vida es un mar lleno de escollos y remolinos, que el hombre solo evita a fuerza de prudencia y de cuidados, por más que sabe que si consigue liberarse de ellos con su habilidad y sus esfuerzos, a medida que avanza, no puede, sin embargo, retardar el grande, el total, el inevitable naufragio, la muerte, que parece correr delante de él."
El pensamiento trágico, valientemente retomado de los trágicos griegos, medievales u orientales, y continuado por Schopenhauer, Nietzsche y otros filósofos, logra ver la muerte, el absurdo de la existencia y la impermanencia con total coraje y honestidad, pudiendo, desde esa profunda nihilización, encontrar un sentido propio y auténtico a la existencia.
La vida como un mar lleno de escollos y remolinos es la descripción de la vida humana que para la filosofía budista es también el océano del samsara, en el cual todos compartimos una ilusión.
La pesadilla de la codicia como absurdo.
En un hotel que es el centro del poder del cartel Fargo, Mike Milligan (un sicario-filósofo) y el policía protagonista (Solverson) se encuentran. Allí, donde Fargo desarrolla sus estrategias de poder mediante el crimen, el policía, que quiere que terminen con ese despliegue de criminalidad y nieguen esa voluntad, los cuestiona sobre el poseer, la codicia de acaparar. Mike argumenta que es su lugar en el mundo, su destino, como lo expresa en las primeras líneas:
Mike: "¿Conoces la expresión: 'destino manifiesto'?"
Solverson: "No se supone que tengamos más de lo que podamos afrontar."
Mike: "Así que esta necesidad de conquistar, de poseer personas que no se supone que poseas..."
Solverson: "Creer que puedes poseer cosas es un problema, ¿no crees?"
Mike: "Dicen que el capitalismo es un problema."
Solverson: "No, la codicia lo es, que sea todo o nada."
El foco está bien puesto no en la circunstancia exterior de los defectos de un sistema político-económico o en el inevitable desarrollo de un destino, sino en la ignorancia de los hombres que nos hace tomar el mundo y a los otros como un medio para el logro de la voluntad del ego.
Arthur Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, afirma:
> "La fuente principal de los mayores males que agobian al hombre es el propio hombre, el hombre es un lobo para el hombre. Quien comprenda esto claramente considerará el mundo como un infierno que supera al de Dante donde cada hombre tiene que ser el demonio del otro, sin duda algunos hombres tienen para ello más aptitudes que otros."
>
En función de nuestra situación vital somos cazados, usados, etc., o al revés, en un ciclo que posee varias pausas o paréntesis de misericordia o armonía que rara vez no implican una estrategia de supervivencia.
La imagen radical que nos presenta nuestro filósofo para fundamentar su pesimismo existencial tiene como fin evidenciar y exponer el cúmulo de ilusiones con las que negamos esta realidad fundamental: la de buscar los hombres imponer su voluntad unos sobre otros, sobre todo a través de la máscara de la solidaridad, y entre los hombres, la máscara con la que la encubrimos.
La patéticamente explícita imagen del conquistador logrando su propósito de su voluntad a costa de la desgracia del conquistado nos muestra la tendencia a satisfacer la voluntad irracional a costa del sufrimiento propio o hacia otros.
El Lalitavistara Sutra nos advierte:
> "El deseo es como un sorbo de agua salada, que hace que la sed aumente."
La raíz de la codicia y la posesividad es sin duda el deseo y el apego a lo que deseamos como causa primera del sufrimiento, que tiene su exteriorización en las emociones perturbadoras que van generando un infierno en el interior o mutuamente compartido.
En la visión de la filosofía existencialista de Schopenhauer y la filosofía budista, la raíz del sufrimiento se encuentra en la ignorancia, en un gran error, que se configura como una existencia que en términos de Schopenhauer es un error de la voluntad de la individualidad, y en términos de la filosofía budista es en su base causado por la ilusión del ego.
La gran verdad
Hay un diálogo en la segunda temporada de Fargo entre una niña que atiende el mostrador mientras lee un libro de Camus, y que cuestiona el entusiasmo de un empleado de la carnicería, quien de forma bastante clara representa a un ingenuo ilusionado con sus proyectos, en este caso, ser el dueño de la carnicería.
Niña: "Personalmente, no sé por qué te esfuerzas tanto."
Empleado: "Voy a comprar la tienda, seré mi propio jefe."
Niña: "¿Y?"
Empleado: "Es un sueño al que todos aspiran."
Niña: "¿Qué sentido tiene? De todas formas vamos a morir."
Empleado: "¿Qué quieres decir?"
Niña: "Camus dice que saber que vamos a morir convierte la vida en un chiste."
Empleado: "¿Y qué? ¿Solo te das por vencido?"
Niña: "Podrías suicidarte y acabar con todo."
Empleado: "Vamos, tienes que intentarlo... vas a la escuela, consigues trabajo, formas una familia."
Niña: "Mueres."
Empleado: "¡¡¡¿Puedes dejar de decir eso?!!! Voy a vivir una vida muy larga, mi abuelo tenía 96 años."
Niña: "¿Y entonces qué hizo? ¡¡¡Murió!!!"
La niña representa el escepticismo, el nihilismo que pretende negar la voluntad ingenua y poco racional que representa el empleado con su optimismo.
La niña busca que su compañero se dé cuenta de la ingenuidad que implica su esperanza, pues todo tiene como fin insuperable la muerte. La voluntad de vivir, del ego, que tiene su irracional expresión en el deseo, es confrontada con la muerte como radical impermanencia de esta.
Schopenhauer, en Metafísica de la muerte, sentencia:
"A la postre es menester que triunfe la muerte, porque le pertenecemos por el hecho mismo de haber nacido."
El hombre tiene en la naturaleza misma de su nacimiento, que es el resultado de un impulso de una voluntad inconsciente e irracional, la semilla de una existencia fuertemente condicionada y que tiene en su esencia el sufrimiento.
Schopenhauer, en El amor, las mujeres y la muerte, añade:
> "Sin embargo, es preciso que la voluntad de vivir, violenta e impetuosa, pague cada una de sus imágenes engañosas, cada uno de sus vanos caprichos, al precio de profundos sufrimientos sin cuenta y de una amarga muerte, largo tiempo temida y que llega al fin."
En el mar de la existencia samsárica, ingresamos por todas las emociones perturbadoras e ilusiones que Schopenhauer describe como imágenes caprichosas y engañosas, y que en el fuego de la vida de sufrimiento podrían encontrar su liberación.
Es mediante el despliegue en la existencia de todas las ilusiones, de todos los caprichos egoístas, que los vemos como en un espejo y podemos despertar a una honesta y profunda necesidad de liberarnos, de negar la voluntad como causa del sufrimiento.
El Bodhicharyavatara nos advierte:
> "Habiendo entrado en la red de los renacimientos, que fue lanzada por los pescadores de las aflicciones, has llegado a la boca del señor de la muerte, ¿ya a estas alturas no lo sabes?"
En esa red nos encontramos y tenemos el final inevitable de la muerte. La negación de nuestra propia ignorancia genera una representación en la cual no nos vemos en esa red de poderoso condicionamiento de la existencia y el final de esa trampa. ¿Cómo negarlo? ¿Todavía lo ignoras?, nos pregunta en primera persona, en directa alusión a todos los momentos en que debemos haber visto la muerte y la impermanencia delante nuestro y aun así la negamos.
Schopenhauer, en El amor, las mujeres y la muerte, compara:
> "Así es como seguimos el curso de nuestra vida, con extraordinario interés, con mil cuidados y precauciones, todo el mayor tiempo posible, como se sopla una pompa de jabón, empeñosamente, en inflarla lo más posible, y durante más largo tiempo, a pesar de la certidumbre de que concluirá estallando."
>
La muerte como gran maestra
Vivir como si no existiera un final, como si al realizar cada proyecto y cada apego retenido fuera la causa segura de la explosión de esa burbuja de nuestra existencia, es lo que genera toda la posterior desilusión y sufrimiento. Los proyectos en sí no son malos, sino el apego a su persistencia eterna.
De la experiencia del sufrimiento y en la confrontación con la impermanencia de la existencia humana puede surgir, mediante la razón, la determinación de liberación y renuncia de la que nos hablan ambas filosofías. La "huella de elefante", como el Buda Shakyamuni denomina a la meditación en la muerte, es la que más profunda impresión deja en la mente.
Schopenhauer, en Metafísica de la muerte, afirma:
> "La muerte es propiamente, el genio inspirador, la musa de la filosofía, por la que Sócrates definió a la filosofía como la preparación para la muerte... difícilmente se hubiera filosofado sin la muerte."
>
Sin duda, la situación límite por excelencia, concebida desde nuestro ego y nuestra voluntad como algo inexistente en lo que a nosotros como individualidad refiere, nos deja en nuestras manos una vida y cosas de las cuales somos poseedores, de la cual somos amos y señores.
Dzongchen Ponlop, en La mente más allá de la muerte, escribe:
> "Si fuéramos continuos, impermeables al cambio y a la muerte, entonces sería inútil buscar algo más allá o fuera de nosotros... solo hallaríamos proyecciones de nuestra propia mente."
>
Aquí podemos apreciar las excelentes coincidencias con la función de la presencia de la muerte para buscar liberarse, para aquel que tiene el valor de verla cara a cara. El impulso consciente de negar la voluntad y salir, y ver más allá de la representación del mundo de esta, el ver todo el infinito universo de posibilidades que está ante nosotros.
Schopenhauer, en El amor, las mujeres y la muerte, lo describe:
> "La muerte es la detención dolorosa del mundo formado por la generación voluptuosa de la voluntad, es la destrucción violenta del error fundamental de nuestro Ser, es el gran desengaño."
>
BIBLIOGRAFÍA:
* Arthur Schopenhauer: "El mundo como voluntad y representación", editorial Trotta, clásicos de la cultura.
* Arthur Schopenhauer: "El amor, las mujeres y la muerte", Editorial Edaf, 2007.
* Wikipedia: "El mundo como voluntad y representación", "Las cuatro nobles verdades".
* Ponlop Rinpoche: "La mente más allá de la muerte", editorial Kairós (2006).
* Videos de Youtube: Adictos a la Filosofía: "Voluntad y representación", "Las dos vías para escapar del sufrimiento".